
Comprender la ansiedad
Sobre la autora
Brenda Dater, MSW, MPH, es directora ejecutiva de AANE y autora de Parenting Without Panic. Brenda es madre de tres hijos, y su hijo mayor es una mujer transgénero autista. Brenda ha facilitado grupos de apoyo para padres durante más de 20 años y disfruta enormemente creando un entorno en el que los padres puedan encontrar el apoyo, la información y la comunidad que necesitan.

Este mes hablaremos de autismo y ansiedad. Soy la madre de una hija autista que ha vivido con ansiedad toda su vida. Me gustaría compartir lo que aprendí de ella y cómo ha influido en mi propia respuesta sobre quienes experimentan ansiedad con regularidad.
Cuando mi hija, Rachel, estaba en el último año de la universidad, me llamó presa del pánico. Sabía que era serio porque normalmente prefería enviar mensajes de texto. “Mamá, tienes que recogerme. No estoy bien”, dijo. Yo estaba en Florida, en un evento familiar a más de 1,300 millas de distancia de ella, pero me aseguré de que no estuviera pensando en hacerse daño y que estaría bien esa noche en su dormitorio, planeaba volar de regreso a Boston a la mañana siguiente.
Cuando la recogí de la escuela al día siguiente, su alivio fue evidente en cuanto subió al auto y abrazó a su perro. Como cualquier madre, me preocupaba que algo específico hubiera sucedido para desencadenar su crisis de salud mental. A través de una consulta con el psiquiatra, Rachel compartió que había estado tratando de gestionar la abrumadora ansiedad social por su cuenta durante los últimos 4 años. Finalmente, la ansiedad social fue demasiado para ella y, como nos explicó el psiquiatra, la ansiedad social que no se trata puede convertirse en depresión.
Durante los siguientes dos años, Rachel se concentró en su salud mental y poco a poco encontró el camino para volver a participar en la vida. Pero durante ese período de recuperación, hubo varias semanas y meses en los que no pudo participar de nuestras típicas actividades familiares, comunicarse con amigos, trabajar o estudiar. Su ansiedad y depresión absorbieron toda su energía y se preguntaba cuándo encontraría algo de alivio. Cuatro años más tarde, ambas estamos de acuerdo en que su ansiedad y depresión están siendo tratadas de manera efectiva, y ella está contenta de poder seguir sus estudios de posgrado y socializar con amigos.
Como muchos niños/as y adultos autistas, la ansiedad de Rachel afloraba rápidamente y podía desencadenarse con bastante facilidad. Cambios, el perfeccionismo, el futuro incierto, situaciones sociales con demasiada gente o con gente que no conocía, todo eso aumentaba su ansiedad. Y esa ansiedad acumulada se manifestaba de diferentes formas. Podía hacer preguntas repetidamente. A veces se ponía nerviosa cuando no podíamos darle las respuestas que necesitaba. Pedía irse poco después de llegar a un evento social. Se castigaba a sí misma si no podía realizar el trabajo de la forma en que lo imaginaba en su cabeza. Era muy dura consigo misma. Me sentía fatal porque habíamos desaprovechado las señales y las oportunidades para apoyarla mejor.
Al compartir su experiencia, Rachel y los otros niños/as, adolescentes y adultos autistas que conozco a través de AANE me han enseñado cómo se sienten ellos frente a la ansiedad. Eso a su vez me ayuda a comprender mejor y apoyar a quienes viven regularmente con ansiedad. Hay varias estrategias que han sido útiles para mi hija y otras personas:
- Dividir las tareas abrumadoras o complejas en pasos pequeños y manejables. Es difícil imaginar finalizar un proyecto si no sabes cómo y por dónde empezar.
- Encontrar maneras de concentrarse en el presente. La ansiedad a menudo proviene de mantenerse en el pasado o preocuparse por un futuro desconocido. Muchas personas han descubierto que la meditación, especialmente la meditación consciente, puede ayudar a centrarse en el presente.
- Consultar con un profesional médico con licencia para considerar la terapia y la medicación. Es posible que los medicamentos no sean una opción correcta para todos, pero a muchos les cambia la vida. No todo el mundo encuentra el medicamento correcto a la primera, pero si finalmente se encuentra una buena combinación, la terapia a menudo se vuelve aún más útil.
- Ser consciente de los desencadenantes de la ansiedad y las respuestas a ellos. Por ejemplo, los cambios de última hora o prometer algo y luego olvidarse de cumplirlo pueden generar ansiedad. Tratar de ser lo más claro posible con uno mismo y con los demás sobre qué esperar. La terapia cognitiva conductual (CBT, por sus siglas en inglés) también puede ayudar a cambiar la forma de pensar acerca de esos factores desencadenantes y modificar la respuesta a ellos.
Si tú no eres la persona que experimenta la ansiedad, es importante validar sus efectos. Reconocer cómo la ansiedad puede limitar la capacidad de una persona para participar. Hay que asegurarse que sientan el apoyo. Tratar de ser lo más amable posible cuando se perciba que es la ansiedad la que impulsa las acciones de alguien. La ansiedad puede manifestarse en forma de irritación, ira, inflexibilidad o perseverancia. Ser consciente del modo único en que una persona expresa su ansiedad ayudará a comprenderla y apoyarla mejor.
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